¿El idioma invisibiliza a la mujer? ¿Es compatible la lucha feminista con el respeto al sistema de la lengua? ¿Tiene sentido que el masculino genérico se presente como símbolo de la dominación del varón? ¿Es eficaz actuar sobre el lenguaje para combatir el machismo?
Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo
“La lengua es totalmente inocente de cualquier sesgo ideológico se mire como se mire (…) Los contenidos sexistas son optativos, puesto que dependen de la mentalidad de quien habla (…) Los usos sexistas, por su propia naturaleza de usos, tampoco son obligatorios.”
Eulàlia Lledó Cunill. Cambio lingüístico y prensa. Barcelona, Laertes, páginas, 17 y 207
Esa supuesta relación de causa-efecto entre un idioma y la sociedad que lo habla debería llevarnos a concluir también que las lenguas que no disponen de la diferencia entre el tuteo y el ustedeo (como el inglés) corresponden a hablantes que desprecian las formalidades y los tratamientos de cortesía o respeto. No obstante, constituiría una tarea ímproba demostrar que las sociedades anglosajonas y especialmente la británica, se comportan por eso de una manera menos formal que la española o la argentina.
Por tanto, la vinculación entre el masculino o el femenino genéricos y las sociedades patriarcales o matriarcales necesitaría más pruebas para que pudiéramos darla por sentada, y para no tomarla como fruto de una deducción basada en la aparente relación causa-efecto.
Mientras no lleguen esas demostraciones, nos inclinaremos por creer que el masculino genérico se da en sociedades machistas, pero no a causa de ello. Porque los idiomas con ausencia de masculino genérico o con presencia del genérico femenino se hablan en sociedades tan patriarcales como las demás.
Por otro lado, debemos plantear si las reglas supuestamente implantadas por los varones se presentan incontrovertidas y sin fisuras como correspondería a una estrategia firmemente definida y dictada. Porque si el supuesto dominio masculino del idioma español hubiera respondido a un impulso machista o patriarcal, éste habría dominado todos los aspectos de la lengua, y no solamente algunos.
Sin embargo, el mismo sistema que no activó durante siglos juez y jueza, ni corresponsal y corresponsala o mártir y mártira si permitió bailarín y bailarina, o benjamín y benjamina, o capitán y capitana y ladrón y ladrona.
Lo cual indica que la formación de femeninos en palabras que terminan en determinadas consonantes no responde a una decisión estratégicamente masculina. Simplemente, unas terminaciones de palabra se adaptan mejor que otras a esa flexión, por razones que los hablantes han venido aplicando intuitivamente.
En resumen, entendemos que todos los datos y los argumentos desarrollados hasta aquí permiten apoyar la teoría de que no existe una relación comprobada entre el predominio masculino en la sociedad y el del genérico masculino en la lengua. Por tanto, no cabe establecer una relación fija y constante de la presencia del masculino como abarcador de hombres y mujeres (en realidad, el genérico primitivo) con la mayor o menor igualdad en la vida real.
La lucha de una parte del feminismo por señalar a la lengua y al genérico masculino como símbolo de la opresión machista se basa, pues, en proyectar sobre el idioma algunos problemas y discriminaciones que se dan en ámbitos ajenos a él. El primer paso para llegar a un acuerdo sobre el lenguaje igualitario debe consistir quizá en mirar al idioma español sin prejuicios, como expresión cultural, como un amigo íntimo dispuesto a ayudarnos y no como un enemigo que nos oprime.
El filólogo y académico Pedro Álvarez de Miranda lo [lenguaje inclusivo] llama más bien lenguaje duplicativo porque se puede considerar ya inclusivo el masculino genérico que, recordemos, se convirtió en masculino específico por la simple razón de que hace algunos miles de años se inventó el género femenino.
La duplicación nace por lo general de una creencia según la cual usar el genérico masculino constituye un acto de machismo, aunque sea involuntario, que perpetúa unos esquemas de desigualdad debidos a una herencia patriarcal. Quienes sostienen esa teoría tal vez deberían tener más en cuenta los datos que conocemos hasta ahora sobre la historia de la lengua, y también todo lo que hemos mencionado sobre el indoeuropeo y su influencia natural en la mayoría de los idiomas que hablamos en Occidente y parte de Oriente. Por eso las filólogas feministas no suelen encontrarse en el grupo que ataca el idioma y aportan generalmente soluciones más acordes con el funcionamiento de la gramática. (Las ideas que relacionan el patriarcado y el genérico masculino suelen aparecer expresadas por feministas abogadas, fiscales, filósofas, periodistas o sociólogas).
Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo. Álex Grijelmo.