Diálogos Masculinos. La Masculinidad Tarada

Para finalizar este texto, trataré de expresar de manera coloquial y deliberadamente intensa y estereotipada, pero basada en mi propia experiencia, lo que entiendo que es el discurso o la esencia sutil de cada una de estas tres manifestaciones de una Masculinidad más o menos tarada —recuerda que pudiera estar hablando de la mía—:

Machismo: A veces veo a la mujer como un ser débil, incompleto, estructuralmente carente de las cualidades claves para ser útil a la exigente sociedad actual. Es verdad que muchas se esfuerzan, pero no están a mi altura. No entiendo muy bien cómo es una mujer por dentro, es un jeroglífico indescifrable. Lo que si sé es que muchas veces tienden a ocuparse y preocuparse de asuntos para mí incomprensibles e irrelevantes. Puedo parecer misógino, pero a veces las mujeres me producen rechazo y miedo. Prefiero estar con mis amigos, confío más en ellos. Afortunadamente, soy una buena persona y, como a los niños, siempre trato de protegerlas y ayudarlas en todo lo posible. También es cierto que pocas veces valoran todo lo que hacemos por ellas.

Amor idealizado: Me encanta la seducción. Lo llevo dentro. Cuando veo una mujer atractiva me engalano y acicalo por dentro. Trato de demostrarle mi brillantez. Mi objetivo es llamar su atención. Deseo que se sienta admirada y atraída por mí y por cómo soy. En otro tiempo desarrollé un sofisticado plan para lograr este propósito y a veces lo sigo utilizando como un martillo hace ante un clavo. Es verdad que muchas no se dejan, pero no me importa demasiado. Me mosqueo, pero luego se me pasa. Solo es un juego. Mujeres hay muchas y para lo básico ya tengo la mía. Confieso que lo que sí me ha jodido siempre en este juego es que venga otro hombre y consiga desviar la atención de ella.

Patriarcado: La vida es esfuerzo y competencia. Estamos aquí para ascender por la rampa de una pirámide donde arriba solo puede quedar uno. Cada vez que miro a un semejante varón siento esa competencia. Para este juego vital, desde luego, la mujer no cuenta. Quizá todo empezó cuando era más joven y salía con mis amigos de fiesta; entonces el trofeo era ella. Ahora siento esa misma competencia en el trabajo, en la política, en la imagen y en la posición social. El liderazgo y el éxito es del más fuerte. No es para los débiles. Tengo que defenderme y defender mis valores y mis creencias. Por eso puedo llegar a entender las guerras. Todo es cuestión de fortaleza, de dureza, de dedicación y de entrega. Detenerse en las emociones y sus manifestaciones en forma de sensiblería es un estorbo en el ascenso. Hay que seguir trepando sin descanso. Por supuesto, no olvido a mi familia: yo la abastezco y educo con firmeza a mis hijos. Los convertiré lo antes posible en adultos útiles y responsables como yo. Tengo una misión en la vida, es mi obligación y me debéis que esté entregado a ella. O estáis conmigo o contra mí.

Para mí, querido Víctor, es indiscutible que ver la Vida de esta manera, con estas actitudes ante la mujer, ante los otros hombres y ante uno mismo, es la aportación de muchos compañeros de género, aparentemente sanos y respetables, a que este mundo sea desigual, violento, brutal, competitivo, cruel y alienante. Es urgente cambiar la forma en que los hombres miramos a la Vida. Por la Libertad y el Amor.

Sánchez, Víctor; Fernández, Justo. Diálogos Masculinos – La masculinidad tarada (p. 149).

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