«Masculinidad confinada» se refiere a un conjunto de actitudes, valores y comportamientos que definen cómo los hombres «deberían» aparecer en el mundo. Es una concepción restringida de la masculinidad, en la que los hombres tienden a definirse a sí mismos como jugando unos pocos papeles dominantes – el proveedor, el protector y el conquistador. La naturaleza «limitada» de esta masculinidad también se aplica a cómo, dónde y para quién desempeñan estos roles. Los «hombres confinados» se ven a sí mismos casi exclusivamente como competidores de los demás. Creen que necesitan demostrar coraje físico y proyectar confianza, aunque sea falsa. También concentran su atención en los marcadores exteriores, como la fuerza física, el éxito financiero y el estatus social. Se presta menos atención a los asuntos interiores, como la emoción y el espíritu. En cuanto al «para quién», los hombres confinados tienden a restringir sus esfuerzos como protectores, proveedores y conquistadores para servir a un círculo relativamente estrecho: ellos mismos, sus familias inmediatas y un número limitado de otros.
La masculinidad confinada se centra en la separación del hombre más que en su sentido de pertenencia. Por ejemplo, muchos hombres confinados creen que deben guardar las emociones para sí mismos, ser autosuficientes y no mostrar ninguna vulnerabilidad. La masculinidad confinada también tiene una perspectiva fundamentalmente temerosa, una mentalidad de escasez y peligro siempre presente. La masculinidad confinada pone al hombre efectivamente en una posición defensiva, listo para gruñir ante las amenazas percibidas, predispuesto a atacar y atrapado con una visión distorsionada de su entorno…
La tendencia al aislamiento y la sospecha lleva a los hombres, por un lado, a ser ensimismados. Pero también los condiciona a unirse contra personas definidas como «otros» – creando divisiones raciales, religiosas o económicas – y a veces explotan con ira, agresión e incluso violencia.
La masculinidad se limita a las nociones tradicionales y rígidas de lo que se supone que es un hombre «real»: el guerrero estoico y el patriarca. Esta concepción de la hombría ha dominado gran parte de la cultura humana durante varios miles de años. Pero, como veremos más adelante, ese concepto no está predestinado ni determinado biológicamente. Los roles de género – las formas en que las personas de diferentes sexos expresan sus identidades – han demostrado ser notablemente fluidos a través de la historia de nuestra especie. Han cambiado en respuesta a una variedad de factores, incluyendo cambios en nuestra economía, nuestras creencias y nuestra cultura.
“Confined masculinity” refers to a set of attitudes, values, and behaviors that define how men “should” show up in the world. It is a constrained conception of masculinity, one in which men tend to define themselves as playing junt a few dominant roles – the provider, the protector, and the conqueror. The “confined” nature of this masculinity also applies to how, where and for whom they play these roles. “Confined men” almost exclusively see themselves as being in competition with others. They believe they need to demonstrate physical courage and project confidence – however false. They also concéntrate attention on exterior markers – such as physical strength, financial success, and social status. Less attention is paid to interior matters, like emotion and spirit. As for the “for whom” portion of this, confined men tend to restrict their efforts as protectors, providers, and conquerors to serve a relatively tight circle: themselves, their immediate families, and a limited number of others.
Confined masculinity focuses on a man’s separateness more than on his sense of belonging. For example, many confined men believe they should keep emotions to themselves, be self-sufficient, and show no vulnerability. Confined masculinity also has a fundamentally fearful outlook, a mindset of scarcity and ever-present danger. Confined masculinity effectively puts me in a defensive crouch, ready to snarl at perceived threats, predisposed to lash out, and stuck with a distorted view of their surroundings…
The tendency towards isolation and suspicion leads men, on the one hand, to become self-absorbed. Yet it also conditions them to band together against people defined as “other” – creating racial, religious, or economic divides – and at times explode with anger, aggression, and even violence.
Confined masculinity maps to rigid, traditional notions of what a “real” man is supposed to be: the stoic warrior and patriarch. This conception of manhood has dominated mucho of human culture for several thousand years. But, as we will see later in the book, that concept is neither preordained nor biologically determined. Gender roles – the ways people of different sexes express their identities – have proven to be remarkably fluid across the history of our species. They have changed in response to a variety of factors, including shifts in our economy, our beliefs, and our culture.
